Camino Portugués de la Costa.
El Camino Portugués de la Costa, también conocido como Camino Monacal en su tramo gallego, es el itinerario jacobeo que discurre por el litoral atlántico; arranca en Porto, la segunda ciudad más importante de Portugal y situada en la desembocadura del Duero, y pasa por Vila do Conde, Viana do Castelo, Caminha, A Guarda (primera localidad en Galicia) y Vigo, para enlazar con el Camino Portugués clásico –o central– en Redondela. Son 310 km, repartido en 14 etapas.
Esta ruta, que crece año tras año de forma imparable, destaca por sus bellos paisajes, por el aliciente que supone la proximidad del mar y por ser poco exigente físicamente, pues los desniveles son mínimos. El clima es templado durante la mayor parte del año, en verano podremos alternar mañanas caminando con algunas tardes en la playa.
La historia, que siempre es, o debería de ser, el fundamento de un camino de peregrinación, está presente en la primera etapa (puente medieval de Dom Goimil) y en el paso junto a los templos parroquiales de Vila Nova da Telha, Labruge o Mindelo.
El océano Atlántico, omnipresente desde que desembocamos en él tras acompañar en sus últimos pasos al Douro. Y en virtud de tal compañía muchas playas, kilómetros y kilómetros de interminables arenales, paseos marítimos de toda condición, pasarelas sobre las dunas, y si el tiempo acompaña una permanente invitación al relax, al baño (agua muy fría, un pequeño problema) y a la contemplación.
Quien repase, conforme a los datos de las compostelas entregadas, la evolución de los diversos caminos jacobeos en los últimos años, probablemente reparará en una circunstancia que llama poderosamente la atención: el rápido y espectacular crecimiento del Camino Portugués de la Costa.
Los motivos de este rápido crecimiento se pueden deber:
Un camino completo de media distancia. En los últimos tiempos y dada la evolución del Camino de Santiago, cada vez concebido menos como ruta de peregrinaje y más como experiencia de senderismo, están triunfando los caminos de media y corta distancia. Pocos usuarios disponen de un mes o más tiempo para realizar los grandes itinerarios completos desde el Pirineo, Irún, Cataluña, Levante, Sevilla o Lisboa, por citar los principales puntos de partida del largo recorrido.
Es por ello por lo que el formato de un mes ha dado paso, entre los más andarines, al de medio mes. Entiéndanse los 15 días, o dos semanas, incluyendo viajes de ida y vuelta, paradas en la ciudad a la que se llega y de la que se regresa (en ocasiones diferentes) y al menos una jornada entera en Santiago.
La accesibilidad, aquí toca referirse a una circunstancia que convierte en imbatible a esta ruta: la presencia, en Porto-Maia, del Aeropuerto Internacional Sá Carneiro.
Otro factor esencial, que también casa con las motivaciones de quienes conciben el Camino más como una experiencia turística que espiritual, es el tirón que tienen el mar y sus playas. Es algo que ya conocemos desde hace tiempo en el Camino Norte —en especial en su recorrido por la costa gipuzkoana y asturiana—, y que se ha convertido en el principal atractivo de la variante que, desde Porto, se ha subido a las barbas del Camino Portugués Central por Barcelos, Ponte de Lima, Valença y Tui.
De hecho, entre Porto y Redondela la traza nunca se aparta demasiado del litoral, e incluso avanza por paseos marítimos e, insólito en un itinerario que pretenda tener visos de historicidad, por los arenales y a través de pasarelas de madera que evitan dañar las dunas. Esto sí es algo único y específico de este camino y de Portugal, un modelo que ha dado buenos réditos de imagen, aunque ponga en tela de juicio la seriedad y el rigor a la hora de recuperar las verdaderas rutas de peregrinación.
A nadie escapa el dinamismo de las poblaciones costeras, en las que la actividad económica secular, el comercio y ahora el turismo, han propiciado un desarrollo, y una mejora de las condiciones de habitabilidad y de recuperación del patrimonio, que en determinadas áreas del interior no siempre ha sido tan factible.
Si a lo anterior sumamos la presencia de algunos enclaves realmente atractivos, ya podemos entender que el mar no es un elemento aislado, sino que se ve complementado con el poder de atracción de los núcleos urbanos.
Sin entrar en detalles, no hay más que pensar en Matosinhos, Vila do Conde, Póvoa de Varzim, Esposende, Viana do Castelo, Caminha, A Guarda, Oia, Baiona o Vigo para darnos cuenta del ambiente, y de la riqueza histórica y monumental, que se pueden disfrutar en esta ruta.
Una red de acogida aceptable, Este es otro de los apoyos del Camino de la Costa, que no ha puesto el carro antes que los bueyes, sino que ha esperado a contar con una aceptable oferta de alojamientos para peregrinos antes de lanzar a los cuatro vientos su propuesta.
En tal sentido es meritorio el trabajo desarrollado por las asociaciones jacobeas, que gestionan con sus voluntarios algunos de estos albergues. Y también el interés puesto por algunos municipios y juntas de fregresía, tales los de Labruge, Vila do Conde, Marinhas, Caminha o A Guarda. A ellos hay que sumar la aportación del Xacobeo, con el estupendo albergue de Vigo, las Pousadas de Juventude y los numerosos albergues privados que han ido abriendo a medida que la ola crece.
Sabido es que junto al mar no hiela ni siquiera en invierno, y que tanto la costa lusa norte como la costa de Oia a Baiona y la Ría de Vigo, destacan por la dulzura de sus temperaturas. Y llover, lo que se dice llover, ya no llueve como antes.
Si algo caracteriza este camino es la belleza de sus paisajes, tanto las playas atlánticas como los bosques de algunos tramos por el interior. A ello cabe añadir ciudades inolvidables como Porto, el punto de partida habitual; aquellos que todavía no conozcan la ciudad tienen ahora una magnífica oportunidad para visitarla (ello requerirá como mínimo una jornada completa, si bien siempre sería mejor dedicarle un par de días). Otras localidades muy interesantes que encontraremos a lo largo de esta ruta son Viana do Castelo, Caminha, A Guarda y Baiona.
Los lugares más fotogénicos de este camino incluyen el puente de D. Luis I y el Cais da Ribeira en Porto, la bajada al río Neiva y su puentecillo de losas de piedra, poco antes de Castelo do Neiva; el monasterio de Santa María de Oia, cerca de de A Guarda; la travesía por monte sobre el faro de cabo Silleiro, de camino hacia Baiona, y las panorámicas con las islas Cíes a la entrada de la ría de Vigo.
No hay que olvidar las maravillosas puestas de sol sobre el océano, con colores cambiantes en función de las nubes, un placer del que disfrutaremos –si el tiempo no lo impide– al final de cada jornada.
Este camino presenta una característica que lo hace diferente a los demás, que son sus dos trazados casi paralelos: además del recorrido oficial, señalizado con flechas amarillas y que discurre a veces por la costa y otras por el interior (dependiendo de la jornada), disponemos de un trazado alternativo que sigue en todo momento la línea de la costa –la Senda u Orla litoral en Portugal–, donde a pesar de su señalización variopinta –postes de madera, marcas de GR, flechas verdes o azules, o simplemente sin nada– será casi imposible perderse, pues resulta totalmente intuitivo.
Aunque puedan parecer dos rutas diferentes, en la práctica se trata de un único camino con dos recorridos alternativos, muy cercanos entre sí, donde en numerosos tramos podremos escoger entre seguir un trazado u otro en función de nuestros intereses, de cómo amanezca el día o de cómo amanezcamos nosotros.
Hay quienes opinan, sin conocimiento de causa, que este Camino Portugués de la Costa es un mero reclamo turístico y que carece de historia ni de tradición jacobea. Nada más lejos de la realidad, pues pronto descubriremos que esta ruta ya era utilizada por peregrinos locales a partir del siglo XII, si bien con mayor asiduidad a partir del XVI. Pruebas de ello las tenemos en localidades como Vila do Conde o Viana do Castelo, pero también en los múltiples templos dedicados al apóstol durante la Edad Media en el norte de Portugal (de hecho, Santiago fue durante siglos el patrón nacional portugués, antes de pasar a la advocación de San Jorge, a raíz de las disputas con España –hasta entonces ambos reinos estaban bajo el mismo patrón, un hecho difícil de justificar durante las batallas– y a la fructífera alianza de Portugal con Inglaterra).
La prueba más palpable de que estamos ante un camino milenario la hallaremos en la iglesia de Castelo do Neiva, a pocos kilómetros de Viana, donde se encontró una inscripción del año 862 en la que el obispo de Coímbra consagraba el templo y lo dedicaba a Santiago, sólo 30 ó 40 años después del descubrimiento de la tumba del apóstol, siendo tal vez la primera iglesia en toda la península dedicada a su culto –después del templo primitivo erigido en Compostela, por supuesto–. Todavía queda mucho por estudiar respecto a la inventio compostelana, en especial sobre su relación con las pugnas entre sedes arzobispales y con la disputa por el control del territorio de la antigua Gallaecia, y hallazgos como éste pueden llegar a socavar la historia oficial que hasta ahora nos han vendido al respecto.
Etapas oficiales:
Etapa 1, Porto – Labruge, 24,5 km.
Etapa 2: Labruge - Póvoa de Varzim, 14 km.
Etapa 3: Póvoa de Varzim – Marinhas, 24,5 km.
Etapa 4: Marinhas – Vide ana do Castelo, 20,8 km.
Etapa 5: Viana do Castelo – Caminha, 26,8 km.
Etapa 6: Caminha - Porto Mougás, 23,5 km.
Etapa 7: Porto Mougás - A Ramallosa, 16 km.
Etapa 8: A Ramallosa – Vigo, 21,7 km.
Etapa 9: Vigo – Redondela, 15,4 km.
Etapa 10: Redondela – Pontevedra, 19,6 km.
Etapa 11: Pontevedra – A Armenteira, 20,5 km.
Etapa 12: A Armenteira – Vilanova de Arousa, 23,4 Km.
Etapa 13: Vilanova de Arousa – Padrón, 35 km.
Etapa 14: Padrón – Santiago de Compostela, 24,4 km.
Como siempre, dividiremos las etapas y las adaptaremos a nuestras necesidades, los días que podamos viajar, etc.
Ver todas las etapas del Camino Portugués de la Costa:
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